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CUBA CONTEMPORANEA
Rey de Reyes y poseedor de la Garra de León de la Tribu de Judd.
En 1870 un viajante, Sapeto, obtuvo permiso de uno de los sul
tanes, Berehan, para establecer una factoría en cierta isla de la
bahía de Assab, cerca del estrecho de Bab-el-Mandeb, mientras
que a otro sultán se le arrendaba otra porción de la costa, inclu
yendo Ras Buia, que hacía de capital. Una flota italiana, en 1779,
que se presentó allí con fines aparentemente pacíficos, indujo a los
sultanes a arrendar más tierras; ese fué el germen de la coloniza
ción italiana en Abisinia.
Inglaterra conocía de antemano aquella tierra de bravos que
con sangre han sabido conservar su independencia, aun en el si
glo XX, en medio de la esfera de influencia de las naciones eu
ropeas. La expedición de Sir Robert Napier, en 1868, conservó
muy tristes recuerdos del rey Teodoro, suicidado en su fortaleza
de Magdala, antes de caer en poder de los ingleses. Por eso, des
pués de su salida del Sudán, manu militari ofrecieron los ingleses
a Italia el puerto de Massowah; esto originó múltiples disputas con
el rey Juan; Italia dominaba ya la costa del Mar Rojo, entre Sua-
kin y el estrecho de Bab-el-Mandeb y desde el cabo Guardafuí
hasta el río Juba, una extensión de cerca de mil millas. En 1890
quedó organizada la colonia con el nombre de Eritrea, siendo su
puerto principal Massowah.
En ese mismo año las Grandes Potencias europeas, a nominor
leo, cedieron a Italia el protectorado de Abisinia y a Francia el
de Madagascar, lo que ninguno de los soberanos nativos aceptó,
tocándole a Italia la peor parte. La perfidia europea brilló en las
transacciones de Italia para con Abisinia. Celebróse un tratado
entre ambas naciones, las traducciones de cuyo tratado diferían:
en la italiana se decía que las relaciones exteriores de Abisinia
estarían bajo la inspección italiana, y en la que se escribió en
Amharico, que era el idioma del país, se hacía constar que sería
potestativo del rey Menelick consultar o no a Italia. Pronto se
conoció el fraude, protestó Menelick ante la reina Victoria, y los
italianos no tardaron en pagar caro su burda intriga.
El general Baratieri, con una misión desconocida, salía de
Sauria en 29 de febrero de 1896; su columna de tropas escogidas,
en número de 15,000 hombres, después de una marcha de toda la
noche, se perdió en un laberinto entre Raio y Abba Garina, divi-