AVANTI ITALIA
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29 de junio de 1900, con motivo de unas fiestas, cuando uno de
tantos anarquistas, Angelo Bresci, disparó contra él a tiempo de
encontrarse en su carruaje, privándolo de la vida. Jamás se ha
cometido un crimen más alevoso. Humberto no era culpable de
nada; inteligencia muy mediocre, era, sí, de buenos sentimientos;
como rey constitucional reinó, pero nunca pudo gobernar. El país
lo sintió; pero, como no lo quería gran cosa, pronto se consoló.
Eran esas las condiciones en que subía al trono Victor Ma
nuel III, joven inexperto, poco ducho en asuntos de gobierno y,
sobre todo, absorto por no esperarlo. Conservó en el poder a! as
tuto Saracco. Tuvo que luchar con la opinión pública, que le era
hostil; creíanle germanófilo, enemigo de los socialistas y duro;
pero pronto sorprendió a todo el mundo: reaccionó; influyó sobre
Saracco, y con él sobre todo el Gabinete y hasta sobre la mayoría
de la Cámara; tambalearon los ministros, y un verdadero liberal,
Zanardelli, ocupó la Presidencia.
Era éste un hombre bueno, pero anciano, y no pasó nunca de
ser una figura decorativa; el verdadero Jefe del Gabinete, el que
manejaba el timón de la nave, era un político hábil y de mucha
experiencia en el gobierno, Giolitti. Había sido éste empleado pú
blico en el ministerio de Hacienda, diputado, ministro del Tesoro y
de Hacienda; tenía fama de económico, más, de tacaño, y ya en
1892 había ocupado por primera vez la presidencia del Consejo,
introduciendo reformas favorables para los obreros; pero sus pro
cedimientos contra la Banca Romana determinaron entonces su
caída. Ahora era evidente su influencia y, a ciencia y paciencia de
Zanardelli, logró porción de arreglos. Dió manga larga a la Iz
quierda, logró que el Gobierno se reconciliara con el liberalismo,
al extremo de que Sonnino y Salandra, reconocidos derechistas, se
tornaran oposicionistas, y que los socialistas, envalentonados, se
dividieran en reformistas y revolucionarios.
Cansado Zanardelli de ser figura decorativa, renunció en 1903,
ocupando ya de derecho la Presidencia el travieso Giolitti, quien,
afianzado en el poder, celebró elecciones generales para estar más
seguro en su gobierno; desde entonces quedó constituida la Cá
mara italiana casi como está hoy día, en Derecha e Izquierda,
subdividida en clericales y conservadores la primera, y en radicales,
republicanos y socialistas la segunda.