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CUBA CONTEMPORANEA
teniendo tropas francesas en Roma para resguardar al Papa, y
éstas no cedieron hasta que en Sedán se rindió el más Pequeño
de los Napoleones.
Prusia, en cambio, se mostró más benévola; por la ayuda de
Italia en Sadowa, hizo que la vencida Austria le devolviera el
Véneto. El comercio alemán se había posesionado con anterio
ridad del Norte italiano, y los capitales germánicos apoyaban las
empresas de los Hijos de Garibaldi y hasta los empréstitos del
Gobierno. En el Congreso de Berlín, Bismarck no logró sumarse
a Rusia, por lo que tornó sus ojos a Italia; y ésta, aunque odiando
a Austria, entró en el pacto por el hecho de ser éste sólo defensivo,
ésa es la pura verdad. Además, la campaña de Trípoli contra Tur
quía había dejado casi agotado el país en hombres y recursos; y,
cualquiera que fuese la resolución, necesitaba tiempo, por más
que las simpatías del pueblo italiano desde el principio de la ac
tual guerra, así como las del Gabinete de Balandra,, fueron para
los aliados. Digna y decididamente se conformó con notificar a
Francia, en 31 de julio de 1914, que inmediatamente denunciaría
la Triple Alianza, lo que llevó a cabo en los primeros días de
agosto siguiente.
Desde aquel momento su situación fué peligrosísima: tenía
que escoger entre su neutralidad o sumarse a los Aliados. Aque
llos momentos en que igualmente coqueteaban con ella galos y
germanos, fueron de prueba; formáronse en seguida dos bandos
en el país: neutralistas e intervencionistas. Entre estos últimos,
o sean los partidarios de la guerra, estaba la Prensa casi toda, los
maestros de escuela, los estudiantes, los literatos, es decir, los
hombres de letras, algunos catedráticos universitarios (muy po
cos) ; y, entre los partidos políticos, los reformistas socialistas y
los radicales, es decir, la extrema izquierda. Formaban el ejército
neutralista, es decir los germanófilos, los socialistas oficiales, los
clericales, los campesinos y los obreros, y en la Cámara los con
servadores y liberales. En esa misma Cámara, como en el Senado,
la actitud oficial era aparentemente neutral. No es de extrañar
que los socialistas ortodoxos fueran partidarios de Alemania, pues
es sabido que el ejército de Liebnecht domina a los de todos los
demás socialistas del universo. Los clericales son germanófilos no
por simpatías hacia los protestantes alemanes, sino por pura fran-