CUBA CONTEMPORANEA
es el Nuevo Continente quien vuelve a agitarlo, haciendo de él
cuestión fundamental de las negociaciones actuales. Entonces, sin
embargo, los términos del problema eran distintos, diferentes las
circunstancias que lo rodeaban. Los soberanos europeos, en su de
lirio de dominación, quisieron recibir el vasallaje hasta de las olas
del mar; los reyes de España, Portugal, Inglaterra y otros pueblos,
pretendieron repartírselo como habían hecho con los continentes,
y hasta el Papa intervino en la controversia, trazando una línea
imaginaria que habría de servir de frontera. La substancia del
problema se hallaba en el hecho de creerse los gobernantes con
derecho exclusivo sobre cada una de las porciones adjudicadas, y
que dentro de sus dominios se hallarían los barcos que cruzasen
por esos mares. Grocio y Seiden discutieron el problema; y mien
tras el primero, en su libro De Mare Liberum, proclamaba con fuer
za de razonamiento y de lógica que el mar es libre, el segundo,
con sofismas jurídicos, estimaba, en su obra De Mare Clausum,
que es susceptible de apropiación. Mas, en aquel curioso re
parto, Inglaterra sólo había alcanzado el Mar del Norte y el Atlán
tico Septentrional, y su marina mercante se hallaba estrecha en
aquellos límites; por lo que la reina Isabel, negando la propiedad
de los mares, contestó al ambajador español Mendoza, quien se
quejaba de la intrusión de barcos ingleses en aguas índicas, que
“el uso del mar y del aire es común a todos; ningún pueblo o per
sona privada puede poseer títulos sobre el océano, porque ni la
naturaleza ni la costumbre autorizan ninguna posesión”.
Este principio, enunciado por la gran reina, ha sido mantenido
y reafirmado, y el concepto de la libertad de los mares, que en
traña, se ha reconocido por todos los pueblos; pero el Derecho
Internacional, hasta ahora, acepta ciertas restricciones a cuyo al
rededor gira la controversia de nuestros días: el bloqueo, el de
recho de visita, la captura y la lista de contrabando.
El problema, pues, ha cambiado profundamente desde los tiem
pos de Grocio hasta los de Wilson; y lo que entonces se entendía
por libertad de ios mares, o sea, la negación del dominio real y
efectivo de un soberano sobre una porción del mar libre, no es el
concepto que hoy se expresa con dicha frase cuando se la usa en
la cuestión planteada entre Inglaterra y los Estados Unidos.
La Gran Bretaña, que produce en enorme escala hierro y