Full text: T. 24.1920,94 (19200024094)

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CUBA CONTEMPORÁNEA 
ningún modo. Son los antiguos burgueses los que han sido des 
truidos. Los fabricantes, los negociantes y sus colaboradores 
principales, han perecido en su mayor parte, o han huido. Pero 
la burguesía es más fuerte en Rusia, más numerosa, mucho más 
numerosa que lo era anteriormente. En la actualidad, casi todos 
los campesinos de Rusia son burgueses. Guardan, escondidos en 
la tierra, centenas de miles y aun millones de rublos emitidos 
bajo el Zar, bajo Kerenski, bajo los Soviets, rublos ukranianos 
y otros valores, y nosotros no llegamos a arrancarles sus riquezas. 
Con todo eso, la nueva burguesía no tiene ninguna de las tradi 
ciones que, en cierta medida, refrenaban los apetitos de la antigua. 
En los Soviets había lucha entre los socialistas-revolucionarios 
de una parte, y los bolcheviquis de otra. Los dos partidos en 
pugna acudían al pueblo. Ahora bien: el pueblo, durante muchos 
meses, permaneció silencioso. Aguardaba. Esperaba que el go 
bierno encontraría un medio de reconstruir el país de acuerdo con 
ese ideal de derecho que vivía en el alma popular. Pero gobierno, 
no lo había. No había sino partidos en lucha, que para la acción 
gubernativa estaban tan poco preparados como es posible. El 
pueblo, sus necesidades, nadie reconocía ni el uno ni las otras; 
nadie quería conocerlos. No había preocupación sino por una 
cosa: ¿a quién tocaría el poder? Y como, sin embargo, supo 
níase que el gobierno pertenecería a aquel que supiera ganar las 
simpatías de la mayor parte de la población, era una emulación 
de orden especial la que comenzaba a nacer entre los partidos: 
cuál de los dos lograría más pronto hacer más promesas al pueblo. 
Y hacíanse infinidad de promesas. Tan pronto se autorizaba al 
pueblo a apoderarse de las tierras, como de los bienes muebles, 
etc., etc. “¡Todo os pertenece! ¡Tomad!” Tal era la última pa 
labra de los representantes de los partidos. Y poco a poco el 
pueblo llegó a la conclusión de que todos sus ideales y todas sus 
concepciones de derecho no valían un clavo. Era así antes, y 
ahora era igual: tenía razón aquel que tuviera garras, que su 
piera usarlas antes que los otros y más ricamente. En tanto que 
los dueños estuvieran en el poder, eran ellos quienes tenían razón. 
Ahora los señores habían sido expulsados, y quien tomara su sitio 
se convertiría él mismo en señor y noble. Así los socialistas de
	        
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