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206 CUBA CONTEMPORÁNEA
1917 debe ser considerada como la del hundimiento de la revo
lución rusa. Los bolcheviquis no han salvado, sino traicionado a
la población obrera y campesina. Las más sonoras frases quedan
como frases, y la realidad sigue siendo realidad. Lo que ante
todo faltaba al obrero y al campesino rusos, y aun al intelectual
ruso, era obtener el título de ciudadano. Hacía falta inspirarle
la conciencia de que no era un esclavo, befado por cualquiera en
el poder, sino que tenía derechos, derechos sagrados, derechos que
llevaban consigo el deber de defenderlos él mismo y que todos
estaban obligados a defender. Esto es lo que proclamó, como
todo el mundo sabe, el Gobierno Provisional durante los primeros
días de su existencia. Pero los derechos del hombre y del ciu
dadano, los derechos a que durante siglos y siglos había aspirado
el desdichado país, no han quedado inscritos sino en el papel. En
realidad, varios meses después comenzóse a restablecer el antiguo
absolutismo. Los decretos y las numerosas proclamas bolchevistas
con que se ha inundado a Rusia, han sido comprendidos e inter
pretados por el pueblo como un llamamiento a la usurpación y al
pillaje: “Coge lo que puedas y tanto como puedas. Después,
será demasiado tarde.”
Difícil es describir la fiebre de pillaje que ha sacudido a toda
la Rusia del frente: los soldados, a centenares de miles, volvían a
sus casas con sacos de botín. Se huía tan rápidamente como era
posible, para no dejar pasar el momento. Las grandes palabras
sobre la solidaridad, sobre los problemas internacionales, con que
los bolcheviquis llenaron abundantemente sus publicaciones, jamás
han sido escuchadas por nadie. El pueblo se ha convencido de
que, hoy como ayer, lo que existe no es el derecho, sino la fuerza.
Poseerá quien haya cogido, y se cogía sin el menor miramiento.
Al pillaje seguían asesinatos y suplicios. Pocos pensaban en el
trabajo. ¿Por qué entregarse a un trabajo penoso, cuando es
tan fácil enriquecerse sin dificultades? En la atmósfera de fe
rocidad recíproca y de guerra civil extinguíanse los últimos des
tellos de fe en la posibilidad de realizar “la verdad sobre la
tierra”, aunque esta verdad fuera imaginaria. En las pequeñas
poblaciones y en los campos, el poder caía en manos de crimi
nales y miserables que ocultaban sus apetitos de lobo bajo frases
llamando al pueblo a la destrucción de los burgueses.