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CUBA CONTEMPORÁNEA
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cubierta, y porque me era preciso dirigirme a usted para rogarle,
en nombre del Capitán y en el mío, que acepte ser juez en una
apuesta ideada por ese divertido jesuíta. A propósito: ahí viene.
¿Acepta usted?
—Pero... ¿de qué se trata ?
—El señor capitán Jousse... Monsieur de Velasco...
—.. .Très heureux... Excusez-moi. .. Parlez-vous français?
—Un poco, le contesté en su idioma. Y, dirigiéndome al cura
barbado, añadí:
—¿Qué apuesta es esa? Usted me hará el favor de servirnos
de intérprete, porque mucho temo no hacerme entender bien.
—Se trata de lo siguiente, dijo el capitán Jousse en francés,
dirigiéndose a mí. ¿Se ha fijado usted en ese señor que se sienta
al lado de la señora de usted, y que no habla, ni ríe, ni se le nota
otro movimiento que el de sus manos y mandíbulas? Pues bien...
—Pues bien, interrumpió el otro interlocutor. Al señor ca
pitán se le ha ocurrido apostar conmigo una botella de buen vino,
que yo pagaré si gana y él pagará si pierde, a que mañana en el
almuerzo hará primero sonreír, después reir y luego hablar a ese
vecino mudo y ensimismado. Dice que no es caritativo dejar así
a un semejante.
—Parfaitement!, exclamó riendo el Capitán, en cuya inteli
gente mirada se comprendía que adivinaba las palabras.
—Aceptado, añadí riendo a mi vez de la ocurrencia de aquellos
dos hombres cuyo ministerio no parecía compadecerse con tan mun
dana treta.
—Pues hasta mañana. Muchas gracias, dijo el cura canadiense
estrechándome la mano.
—A demain, monsieur, et merci beaucoup, repitió el jesuíta en
uniforme militar tendiéndome su diestra.
Y separáronse ambos de mí, cogidos del brazo, mientras iba
yo a contar a los de mi grupo el suceso y la nueva de que uno
de los dos reverendos barbados hablaba español. Reimos todos con
la ocurrencia, y nos acostamos pensando en la diversión próxima.
Al llegar el día 9 con el desayuno a nuestro camarote, el ca
marero nos advirtió que debíamos abrigarnos antes de salir, pues
estábamos a la altura de Terranova y el tiempo había cambiado
un poco. Nos metimos en ropa de lana, y al llegar a la cubierta