CARTAS DESDE LAS TRINCHERAS
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5 de noviembre, a las 8.
Querida mtadre:
No me ocultes nada de París, de tus cuidados, de tus ocupa
ciones. Todo lo que tú decidas está bien. En cuanto a mí, mi
dicha es justamente esta seguridad que siento al pensar en tu
alma en medio de todo esto.
El tiempo sigue siendo exquisito y muy dulce. Hoy, sin aban
donar la hermosa región a donde llegamos el 20 de septiembre,
hemos vuelto al bosque. Lo amo menos que el campo libre, pero
hay en él también cosas muy lindas, y luego, el cielo, ahora que
han caído ya las hojas, es tan bello y de una tal ternura!
Escribí a C. Escribiré a su mujer. Aguardo carta tuya. Si
tu supieras cuánto más largo es que los demás días, un día sin
noticias! Cierto es que tengo tus cartas anteriores, pero en la
carta nueva hay un perfume sin el cual no me hallo ya.
6 de noviembre.
Ayer,, sin saber por qué, estuve un poco triste: es lo que los
militares llaman el cafard (1). Es que la víspera me había se
parado de un cuaderno de notas que había decidido enviarte en
un paquete. Los sucesos de anteayer, aunque pacíficos, me ha
bían dado tanto que hacer que no pude ocuparme en ese mal
hadado envío como hubiese querido. Me vi, pues, compartido
entre dos angustias: la primera, la de pensar que tal vez no te
llegase ese paquete, y que las notas que él contiene, y que fueron
mi vida desde el 1? hasta el 20 de octubre, se hubiesen perdido;
la segunda, por el contrario, que el paquete te llegase antes que
las cartas explicativas, lo que podría parecerte extraño, pues el
envío iba hecho probablemente con otro nombre y en la cubierta
de mis notas se leían recomendaciones de que se hicieran llegar
éstas a tus manos en caso necesario.
Hoy vivimos en el más íntimo y delicado paisaje de Corot.
(1) Cafard, literalmente cucaracha. Término empleado por los soldados franceses
para designar un estado de desaliento y tristeza.