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CUBA CONTEMPORÁNEA
consuelo superior, pues, aunque padeciendo de igual modo, no
podría, sin esta disciplina del corazón, soportar nuestra situación
sin perder el equilibrio indispensable.
17 de noviembre, por la mañana.
Querida madre... Te escribo en la plena dicha de una aurora
sobre mi cara aldea. La noche, que nos dejara hundidos en la
lluvia, nos ha vuelto a traer un tiempo puro y radioso. Vuelvo a
hallar mis horizontes perdidamente lejanos, mis colinas cinceladas,
mis valles de líneas harmoniosas. Quién diría, en la altura en
que me encuentro, que aquella agreste y pacífica aldea no es en
realidad más que un montón de ruinas, que no queda una casa
de ella intacta, que desde hace dos meses, nadie puede habitar
allí, en el infierno de la artillería?
Mientras te escribo, el sol da contra el campanario que dis
tingo encuadrado en un árbol aun envuelto en la sombra, y cer
cano a mí, en tanto que a lo lejos, por cima de las últimas colinas,
de los últimos sobresaltos del terreno, la llanura comienza a re
velar en el oro rosado sus detalles preciosos.
17 de noviembre, a las 11.
Las once. El tiempo espléndido es el gran consuelo para mí.
Vivo algo así como un enfermo a quien, se envía a una comarca
magnífica, pero a quien la cura obliga a ejercer ocupaciones in
gratas y fatigosas. En resumidas cuentas, entre Leysin (4) y mi
trinchera actual, no hay sino el desarrollo del punto de interro
gación. Sigue sin ocurrir nada de nuevo en nuestra coiripañía
desde el 13 de octubre.
La forma actual de guerra es extravagante. Es la de vecinos
que están en malas relaciones. Figúrate que hay trincheras que
apenas se hallan separadas por 100 metros de las del enemigo, y
los combatientes llegan a lanzarse proyectiles con la mano: ya
ves que los vecinos llegan a usar de procedimientos violentos.
En cuanto a mí, no tengo vida propia sino es en el momento
(4) Altura suiza.