190
CUBA CONTEMPORÁNEA
¡qué embriaguez! No te hablaré de ello, pues quiero callar mis
dichas todavía. No hay que exponerlas: son como aves amigas
del silencio. Limitémonos, y es ello lo esencial, a hablar de la
felicidad que no se espanta y vuela: la de sentirnos de manera
análoga los dos preparados a todo.
29 de noviembre, por la mañana,
en el acantonamiento.
Muy querida mamá:
Ayer tarde abandoné la primera línea, con mal tiempo, y por
la noche, después de mi llegada aquí, comenzó a llover. Desde
mi ventana favorita miro caer la lluvia como una neblina. Si tú
quieres, te hablaré de las maravillas entrevistas por mi ayer.
Desde el emplazamiento descrito en mi carta de ayer se dis
tingue, según a menudo te lo he escrito, el horizonte más mara
villoso. Bueno; pues ayer, un viento terrible rompía en pedazos
un velo de nubes muy bajas que rozaban las cimas. Tal vez el
fondo de mi Haheyna te dará débilmente una impresión de lo
que yo veía. Pero, ¡cuánto más majestuosa y llena de animación
era mi emoción de ayer!
Las colinas y valles pasaban sucesivamente de la sombra a la
luz, tan pronto precisas como veladas, según que las brumas las
iban descubriendo. En lo alto, grandes trozos de azur, franjeados
de luz.
Tal fué la belleza de ayer. ¿Te hablaré de las tardes prece
dentes, cuando, sobre el camino, la luna me dibujaba los bordados
de los árboles; y lo patético de los calvarios, el enternecimiento
de las casas en ruinas, que sabe uno que son ruinas pero que la
noche hace surgir como una evocación de la paz?
Me alegra el verte amar a Verlaine. Lee el hermoso prólogo
de Coppée que va al frente de las obras escogidas, las cuales
hallarás en mi biblioteca. El fervor de Verlaine es de una es
pontaneidad, casi diría de una animalidad que siempre me des
orientará un poco, precisamente porque es lo propio del fervor
católico cuyo lado figurativo me dejará siempre distante. Pero
¡qué poeta!
Él constituye mi delicia casi cotidiana, en París como aquí;